Poner límites de tiempo: Usar alarmas o recordatorios para no pasar horas sin darse cuenta frente a la pantalla. Equilibrar lo digital con lo presencial: Dedicar tiempo diario a conversar, jugar, moverse o compartir con otras personas sin pantallas. Reflexionar sobre el uso: Preguntarse: ¿Para qué estoy usando esto? ¿Me hace bien? ¿Estoy aprendiendo, conectándome o solo pasando el tiempo? Priorizar el descanso y el sueño: Evitar el uso de pantallas antes de dormir.
